extreme






-¡Y qué!, señor -responde esta infortunada-, ¿acaso repetiréis constantemente esa execrable porquería?
-Constantemente, señora; es esencial para mi lujuria.
Y el infame, acostando a su esposa a lo largo del canapé, la obliga a recibir en su boca el semen que depositó en mi culo.
Obligada a obedecer, suelto una andanada, no sin un cierto placer malvado en ver al vicio humillar tan cruelmente a la virtud; la desgraciada traga: creo que su marido la hubiese estrangulado si no lo hace.


Juliette

Sade



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