todas, una










Me gustaría poder escribirte en ruso, en azteca , en armenio y en iraní.
Porque eres ilimitada.
Eres lo que los griegos llaman `nada en moderación`.
Eres Mona, Anaïs, Lisa, tout le monde, todas combinadas.
Fuego, aire, tierra, océano, cielo y estrellas.



Henry Miller





caída






Mi alma, celeste columna de humo,
se eleva hacia la bóveda azul.
Levantados en imploración mis brazos,
forman la puerta de alabastro de un templo.





Belzebuth, arcángel del mal,
por qué turbar el alma que se torna a Dios,
el alma que había olvidado
las fantásticas bellezas del pecado original.
Belzebuth, mi novio, mi perdición...




Teresa W. Montt.



réquiem







Por fin encuentro
tu beso-abismo
hecho de codicia
y seda
cuando sólo nos resta
la mutua aniquilación
y el placer de las bestias
desvaríos
que guardamos
bajo siete mortajas
de orgasmos de pájaros
y mansedumbre de tigres.







Aún muerta, seguir haciéndote el amor,
muerta en tu placer transparente a mediodía
sin que importe la tristeza del sol.


ME



sensual









¡Que me bese con besos de su boca!
Mejores son que el vino tus amores,
qué suave el olor de tus perfumes;
tu nombre es aroma penetrante,
por eso te aman las doncellas.
Llévame en pos de ti: ¡Corramos!
Méteme, rey mío, en tu alcoba,
disfrutemos juntos y gocemos,
alabemos tus amores más que el vino.
¡Con razón eres amado!

Cantar de los cantares



herejía







Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.



Santa Teresa


fatal






Atravesada por un ardor que te devora,
la boca seca, te arrastrarás hacia mí,
dulce, sin ira, toda mía,
la voz tierna, fiel.


Atharva-Veda.

mis







Esta noche sentiré
tus dedos y seré un alarido
perdido en el desierto

Ardo con la
fiebre que me provoca
tu cuerpo.

Morena



sus pies







A una mujer de pies hermosos
mansa suele subirle la belleza
por tobillos pantorrillas y muslos
demorarse en el pubis
más allá de todo canon
rodear el ombligo
reivindicar los lúbricos pezones, a la espera
entreabir los labios sin pronunciar saliva
y dejarse querer por los ojos espejo.
La mujer de pies hermosos
sabe vagabundear por la tristeza.

M. Benedetti
(miversión)


duele






Coloco su sexo contra la abertura y dijo tiernamente:
-¿Te duele? No quiero empujar si te hace daño.
Semejante delicadeza conmovió a Viviane.
-Duele un poquito-repuso-, pero inténtalo.
Avanzó solo un centímetro.
-¿Duele?
Se ofreció a retirarse. Viviane tuvo que presionarle:
-Solo la punta, Prueba otra vez.




La punta solo se introdujo dos o tres centímetros y se detuvo.
Viviane tuvo tiempo para sentir su presencia;
el tiempo que no le concedían otros hombres.
Entre cada pequeñísimo avance en su interior,
podía darse cuenta de lo placentera que resultaba la presencia del pene
entre sus suaves paredes de carne, de lo bien que se ajustaba,
ni demasiado prieto, ni demasiado suelto.
El vasco esperó de nuevo y avanzó un poco mas.
Viviane pudo sentir lo bueno que era ser penetrada,
lo bien que le sentaba a la grieta femenina tener algo que sostener y retener.
El placer de sujetar algo allí, de intercambiar calor, de intercambiar dos humedades.


Anaïs Nin



una flor






Su sexo era como una gigantesca flor de invernadero,
mas ancho que ninguno que había visto el Barón;
con el bello abundante y rizado, negro y lustroso.





Estaba pintándose aquellos labios como si fueran los de una boca,
tan minuciosamente que acabaron pareciendo camelias de color rojo sangre,
abiertas a la fuerza y mostrando el cerrado capullo interior,
el núcleo mas pálido y de piel más suave de la flor.








Anaïs Nin




tal vez






Ayer soñé que mientras nos besábamos
había sonado un tiro
y que ninguna de las dos soltamos la esperanza.





Este es un amor
de nadie;
lo encontramos perdido,
náufrago,
en la calle.