Lujuria





Bebemos el vino sagrado de la lujuria. Nos desnudamos siete veces bajo el cielo del hastío y fornicamos como animales de fuego. Nos crecen alas de tanto copular con nuestras sombras, de entregarnos a caricias reptiles y a desgraciadas mutaciones de la tristeza. Derramamos ese vino sobre la frente de los elegidos. Les suplicamos a sus vergas y a sus vaginas que no escatimen esfuerzos en estas batallas de camas tempestuosas.






Naufragamos en el amor pero nos salva el último placer de un cuerpo mutilado por la soledad. Nos emborrachamos bebiendo de la boca de ese amante que sólo puede pronunciar el nombre del dios que se alimenta de falsos orgasmos de putas.

Después de la orgía vomitamos las unas sobre los otros, excitándonos nuevamente en un delirio de inmundicias y nos abrazamos al cuerpo más frágil que nos ofrece su suavidad, su inconcebible ternura y su abandono.

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